Cada vez es más frecuente en nuestra clínica la escucha del revivir del desamparo
y la vulnerabilidad estructural humana, jugada de distintas maneras según cada
quién.
Nuestro tiempo sociohistórico, marcado por el consumismo, la ilusión de goce sin límites y la creencia de que "todo se puede", ofrece una realidad incierta donde todo lo que parece real es el tiempo presente.
Es así como la vida se convierte en una sucesión de presentes, donde la belleza, la productividad y la salud plena, definen un campo común de pertenencia, estableciendo emblemas identificatorios estigmatizantes. En este sentido, siendo la salud mental "un proceso dinámico donde intervienen tanto aspectos singulares como sociales, culturales, económicos y ambientales" (OMS, 2013), estos emblemas propios del discurso neoliberal, cristalizan sentidos -en el sujeto y en sus vínculos- que inviabilizando la operacionalidad en el mundo, obstruyen la construcción de un proyecto de vida autónomo.